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26/5/14

El Hacha y el Machete


El hacha y el machete.


            Nuestros reinos y repúblicas están sostenidos por la fuerza de Herácles. Nuestro héroe mitológico no podrá liberarnos de nuestro destino de guerras civiles. De la barbarie. Los pueblos en el mundo están viviendo masacres con el etnocentrismo como su única bandera.
            Cuentan los maestros de dos jóvenes monjes budistas. Los cuales se encontraban en el patio de su escuela. Uno de los monjes le comentó al otro:

-       -
      ¿Has notado como se mueve nuestra bandera con el viento?

El otro monje, dispuesto a debatir le corrige.

-      - 
       El viento es el que se mueve.

El maestro de los dos jóvenes monjes pasaba cerca de ellos,  escuchó su plática y les dijo.

-      - 
      Lo único que se mueve es la mente.


Cuando sostenemos al mundo con la fortaleza de Herácles nuestra luz (nuestra palabra)
se dirige hacia lo oscuro sin poder regresar.  Los pueblos y sus gobiernos se han dirigido (arropados) por leyes nacidas de los rostros sin mascaras de nuestros antepasados. No  somos minorías ni mayorías cuando el perdón, la piedad, la misericordia mueven las banderas de nuestro destino. Somos los últimos momentos de un mundo sostenido por la guerra. Las ciudades se vuelven cárceles con diferentes grados de confort. Las fronteras son nuestra ultima identidad. Los ríos, las montañas; cielos y mares son sostenidos por los deseos de controlar las ideas. Los caballos de la pradera son domesticados y criados para encontrar una progiene mas pura. Es la carrera de un mundo derrotado por la naturaleza y la ciencia. Un mundo artificial dotado de calma. El cuál vuelve al tablero de ajedrez artificio,
holograma, pixel.
            Nuestro mundo sostenido de esta forma (la guerra) no encuentra en el anciano, en la mujer, en la infancia o en el hombre la respuesta a sus problemas actuales. No la encontrará. Porque no descansa nuestro mundo en los hombros del Atlas. Ese Atlas renovado por los mismos mundos sostenidos por él. De esa forma, los hombres blancos, hombres amarillos, hombres negros, hombres rojos regresamos todos los días al hogar lleno de olores y derrota. Solamente hemos descubierto desde hace mucho tiempo la falta de límites en los modos de vivir. Pero nuestro mundo ilimitado descansa en la obediencia. Una obediencia donde nada se cuestiona. Con infinidad de caminos (buenos o malos) para lograr bienes secundarios y terciarios. El mundo debe de estar girando al revés.
            Nadie venido desde el espacio exterior nos detendrá hacia nuestro destino. Un destino comparable con la desolación y el terrible pensamiento de lo perdido. De lo irrecuperable. Paranoia y Plusvalía. Allá en el espacio (descrito como el Kosmos) nuestro futuro ( bueno o malo ) no tendrá relevancia. No habrá ningún milagro desde el Caos.
            Nuestro ser humano cambió al universo desde las primeras tribus. No hay otro milagro mejor el cual recupere una condición suprema en el universo. El milagro es la especie (lo transformador en la realidad) evolucionada, creada.
El universo ya tiene leyes establecidas desde hace mucho tiempo. Desde aquellos tiempos donde no éramos ni tan siquiera una proto-especie. La materia y la energía guardan palabras sin errores. Porque el camino del Kosmos no es una imaginación infantil o avejentada. No es el auto sin gasolina ni el diesel humano. Es el camino. Nuestro ecosistema se forma de naturaleza y civilización. Hemos olvidado aquel mundo descansando en el Atlas. Nuestras herramientas y nuestras virtudes avanzan por el impulso nato (ese impulso nato) pero hacia un final concebido por la materia y la energía. Final de un producto del Kosmos. La Materia y la Energía no tendrán  culpa alguna de ese mismo final.
La verdad inundará con verdad absolutamente todo nuestro planeta. No tenemos ni tendremos méritos en la creación de una respuesta. De nuestros escombros, de nuestras ruinas; buscarán los futuros razones, veredas, acciones para conciliar la derrota y para combinar nuestro fracaso. Seremos personajes futuros de un tonto ir y venir del vacío. Materia prima de algún poeta y de alguna poesía futurista. Como nuestras ruinas, nos volveremos ruinas. Pero sin sus artes. Esa ciencia futura nos llamará orgasmo.

Funzi