También
el fútbol “universitario” es negocio de Slim
Antes
que nada, es necesario hacer una aclaración: lo enunciado a
continuación no pretende manchar la práctica futbolística, sino
todo lo contrario: busca reivindicarla, regresarle su valor como
expresión del pueblo, creadora de comunidad fuera y dentro de la
chancha, y maestra del juego colectivo.
Al
menos en el último siglo, los equipos de fútbol han representado a
pueblos, amigos o familiares y el caso de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM) no ha sido la excepción. Sin embargo,
como sucede con cualquier actividad humana en este sistema
capitalista, el fútbol también ha sido transformado en una
mercancía que satisface el interés y los bolsillos de unos cuantos.
Desde
que en 1977, el entonces rector de la UNAM, Guillermo Soberón
Acevedo, separó del presupuesto de la Universidad al equipo de los
Pumas, el Club Universidad Nacional A.C. ha aportado ridículas
migajas a quien tanto debe; en los más de 38 años que los Pumas
llevan engordando el bolsillo de unos cuantos empresarios, han
retribuido a la UNAM una cantidad similar a la obtenida en las ventas
de boletos de un solo partido de liguilla.
Para
comprender el porqué de esta situación, sólo falta echar un
vistazo a los nombres de algunos socios, dueños del club, quienes
deciden el rumbo del equipo. El patronato de los Pumas está
presidido por el rector de la UNAM, José Narro Robles; por Jorge
Borja Navarrete, fundador y Director de Ingenieros Civiles y
Asociados (ICA), en donde trabajó hasta 2007, y Consejero
Independiente de Petróleos Mexicanos (PEMEX), propuesto por Enrique
Peña Nieto; por Andrés Conesa Labastida, Director General de grupo
Aeroméxico, con amplia trayectoria en la Secretaría de Hacienda y
Crédito Público (SHCP); por Alonso Quintana Kawage, Director
General de ICA; por Paola Rojas Hinojosa, miembro “destacado” de
Televisa; y por Carlos Slim Domit, Presidente de Teléfonos de México
(TELMEX) y América Móvil, Consejero Propietario de Grupo Carso y
heredero del imperio creado por su padre Carlos Slim Helú, el hombre
más rico del planeta.
Aunque
en los estatutos del Patronato se establece que “la
asociación tiene [por]
objeto esencial colaborar material y económicamente con la
Universidad Nacional Autónoma de México”,
las cosas han sucedido al revés: la UNAM da al club espacios para
entrenamiento y servicios médicos de manera gratuita. Una muestra es
la Cantera Oriente, un espacio de 85.700 metros cuadrados, que de
1994 a 1997 fue acondicionado con dinero de la Universidad, y
regalada al club bajo contratos de comodato con vigencia hasta 2027,
con la posibilidad de renovarse. Por si esto fuera poco, el club
utiliza un equipo médico valorado en 4.700.940 pesos, cedido por la
Universidad por 15 años. El presupuesto que se asigna a la UNAM
resulta ridículo en comparación a las ganancias del equipo, que
ascienden a miles de millones.
En
contraste con lo anterior están las necesidades más urgentes de la
Universidad: en el último examen de admisión a licenciatura la UNAM
sólo aceptó 11.490 jóvenes, de los 128.519 aspirantes, rechazando
“por falta de presupuesto” a 117.029 jóvenes; las instalaciones
de muchos de los centros de estudio son precarias para las
necesidades de los estudiantes; muchas de las veces, el acervo
bibliográfico está desfasado; las becas otorgadas por la
Universidad son escasas, sólo de 2013 a 2014 se dieron 169.000
becas, esto es, menos de una tercera parte de la matrícula de la
UNAM. En fin, la lista podría seguir, muchos de nosotros tenemos
algo qué decir acerca de nuestra Universidad.
Sin
embargo, para nosotros el meollo del asunto está en conocer y
decidir el rumbo de los recursos de la Universidad. En 2014 el
presupuesto público asignado fue de 35.584 millones 146 mil 143
pesos, de los cuales 31 mil 557 millones 79 mil 143 pesos son
ingresos federales, es decir, dinero del pueblo. De estos millones
una parte significativa es destinada a llenar los inmensos bolsillos
de algunos de los empresarios más importantes del país, encargados
del negocio de la telefonía y la construcción. Peor aún, se
utilizan los símbolos universitarios para promocionar al Grupo
Carso, Televisa, Aeroméxico e ICA.
¿Qué
piensas de que tus padres, tu familia o cada uno de los trabajadores
de este país, dejen su vida en sus oficios para llenar los bolsillos
de empresarios privados? ¿Crees que es necesario que los demás,
universitarios o no, se enteren? La Universidad ha sido, es y debe
seguir siendo la casa de la juventud mexicana, para esto es necesario
convertir los salones en espacios para el cuestionamiento y la acción
colectiva. La democracia en la Universidad debe estar inevitablemente
ligada al uso de recursos, ¿quién decidió usar recursos públicos
para fines privados?, lo que de hecho es una manera de privatizar la
Universidad. ¿Fuiste tú o tus compañeros, fueron acaso los
trabajadores, fueron los profesores? Y si no fuimos nosotros, ¿por
qué permitimos que un puñado de funcionarios nos siga imponiendo
sus decisiones?
Acércate
a los repartidores de FRAGUA,
organicémonos, planteemos un plan de acciones, luchemos por que la
Universidad regrese al pueblo trabajador, lo que tanto nos ha dado y
nos da. Desde la OLEP
llamamos a transformar la sociedad y por tanto la universidad,
debemos conocer e informar a la comunidad sobre la situación de
nuestra casa de estudios. En la medida que conozcamos las condiciones
de cada una de nuestras escuelas, las discutamos, nos organicemos y
planteemos soluciones colectivas, lograremos transformar la
Universidad.
NOTA:
Este artículo fue publicado como parte de la sección ANÁLISIS del
No. 9 de FRAGUA, órgano de prensa de la Organización de Lucha por
la Emancipación Popular (OLEP), en circulación desde el 3 de agosto
de 2015.