La noche de mi partida, para regresar al reino de los reyes católicos organizé una party con twerking, banderita mexicana y toda la cosa. A nadie le gusto; pero me eché unos tequilas; luego vomité en mi carabela y sobre mi lap-top. Para no verme tan racista, me llevé al Chicharito Hernández como refuerzo de los merengues.
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