“A través de un
duelo secular y apasionado, dos concepciones de la sociedad se disputan el país
desde la revolución.
Una, basada en la
autoridad, asienta el equilibrio político sobre una jerarquía de autoridades
sociales, al igual que fundamenta el equilibrio del universo en la omnipotencia
de la divinidad. Con el sacerdote, el noble y el rey, representantes
indiscutidos de un orden en esencia superior, construye una supremacía en donde
la supremacía de los dirigentes prevalece sobre la independencia de los
subordinados, en donde no se espera nada
duradero que no provenga de arriba, en
donde los derechos del pueblo no se mencionan si tras sus deberes, en donde la disciplina
cuenta más que la libertad. Esta concepción, aunque con atenuaciones y
variantes que la hacen parecer más joven, es la del antiguo régimen.
La otra basada en
la igualdad y la libertad, devuelve a cada ciudadano su porción de soberanía,
afirma sus derechos más que sus deberes, levanta a los antiguos subordinados
contra sus antiguos amos y en esta forma reniega de la vieja y tradicional jerarquía
social y religiosa. Esta concepción es la de la Revolución.”
André Siegfried, Tableu Politique de la France de l´Quest
, p. 59
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