Supertontos.
por Funzi
La
gente del pueblo nos llamaba “los seis pendejos” pero en realidad éramos siete.
Vivíamos en el municipio libre de Excale
cerca de la sierra de Hidalgo. A uno de nosotros le llamaban el ALTO, otro de
nosotros era el BAJO, otro el NIÑO; los demás éramos el GORDO, el
FLACO, el MEZCAL
Nunca nos vieron en el pueblo – ni
las chicas del pueblo- con buenos ojos por aquel gusto tan trasnochado. En el 2015 planeamos una marcha por todo Excale
para traer Paz y Justicia al municipio. Además, marcharíamos por el
calentamiento global, marcharíamos para detener la catástrofe que vive nuestro
planeta.
Nos preparamos bien para esa marcha. Usamos
palos, cascos de fútbol americano para repeler las balas de goma, tapabocas
para no sufrir al momento de ser atacado por gas o agua picante. Nuestras
mantas las hicimos con las cortinas de nuestros hogares y cartulinas con
marcadores. Esos los compramos en la papelería.
El día de la marcha Excale era
bañado por el sol. La gente del pueblo no sabía de la marsha. Ninguno divulgó
el secreto. Excale contaba con cuatro policías y un guardia en las puertas del
palacio municipal. Los policías se asombraron al vernos descender de la troca
del NIÑO y nos quisieron detener con la mirada; pero nosotros ya habíamos
resuelto marchar. El tránsito se detuvo por nuestra marcha. Todos estábamos
debajo del balcón principal del palacio. Allí nos detuvieron los policías. Les aventajábamos,
aparte ellos solo llevaban un par de macanas y un par de rifles viejos. Hubiésemos podido tomar las oficinas
principales, pero el vigilante de la entrada cerró por dentro las puertas antes
de romper a llorar de miedo. De repente, una voz sonó amenazante. Era la voz
del presidente municipal. Se llamaba Pablo; con su potente voz nos ordenaba a
los policías y a nosotros – el grupo rebelde- detenernos. Listos para
contestarle con lemas y consignas el grupo – del cuál era yo el líder- empezó a
gritarle a Pablo que se bajara del balcón. Entonces ocurrió, Pablo empezó a
flotar por los aires. Los policías corrieron llenos de horror. Los ojos de
Pablo se enrojecieron y de ellos salieron dos rayos rojos y mamalones directo
hasta nuestra manta echa de cortinas. La desintegraron. El presidente municipal
volaba como un pajarillo por el palacio y el balcón principal. Su ira
implacable le hacía sacar de sus manos rayos luminosos. Certeros. Se quemaron
nuestras pancartas en segundos.
Al tratar de escapar, atravesé el kiosko y el
parque gritando “¡Pinche puto!” cada vez
que me rozaba alguno de sus rayos amarillos. Salté como centella a
los boleros del parque. Me perdí entre la gente y el mercado. Regresé a casa.
Los demás huyeron de igual forma. Pude oír como gritaban “¡No mames! ¡No mames!”
cuando Pablo, el presidente municipal de Excale, les disparaba alguno de sus
rayos. “¡Culero! ¡Culero!” gritaban también para no ser heridos. Aunque nadie murió.
regresamos por la troca del NIÑO hasta la noche. Después de huir de la plaza,
algunos conocidos nos han contado que Pablo siguió volando por los aires. Reía
con ánimo de triunfo. se quedó un rato parado en el techo y su risa se oía como
un trueno. Tiempo después mis amigos y yo nos volvimos a reunir para platicar
acerca de cómo repeler un ataque de ese tipo en la siguiente marcha.
1 de
Octubre de 2019.
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