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1/10/19

Supertontos



Supertontos.
por Funzi

                La gente del pueblo nos llamaba “los seis pendejos” pero en realidad éramos siete. Vivíamos en el municipio libre de Excale cerca de la sierra de Hidalgo. A uno de nosotros le llamaban el ALTO, otro de nosotros era el BAJO, otro el NIÑO; los demás éramos el GORDO, el FLACO, el MEZCAL
y yo. A mí me decían la MOLE. Nos gustaba el comunismo de ayer de hoy y de siempre. Trabajábamos fabricando los cuetes para el municipio.
Nunca nos vieron en el pueblo – ni las chicas del pueblo- con buenos ojos por aquel gusto tan trasnochado.  En el 2015 planeamos una marcha por todo Excale para traer Paz y Justicia al municipio. Además, marcharíamos por el calentamiento global, marcharíamos para detener la catástrofe que vive nuestro planeta.
 Nos preparamos bien para esa marcha. Usamos palos, cascos de fútbol americano para repeler las balas de goma, tapabocas para no sufrir al momento de ser atacado por gas o agua picante. Nuestras mantas las hicimos con las cortinas de nuestros hogares y cartulinas con marcadores. Esos los compramos en la papelería.
El día de la marcha Excale era bañado por el sol. La gente del pueblo no sabía de la marsha. Ninguno divulgó el secreto. Excale contaba con cuatro policías y un guardia en las puertas del palacio municipal. Los policías se asombraron al vernos descender de la troca del NIÑO y nos quisieron detener con la mirada; pero nosotros ya habíamos resuelto marchar. El tránsito se detuvo por nuestra marcha. Todos estábamos debajo del balcón principal del palacio. Allí nos detuvieron los policías. Les aventajábamos, aparte ellos solo llevaban un par de macanas y un par de rifles viejos.  Hubiésemos podido tomar las oficinas principales, pero el vigilante de la entrada cerró por dentro las puertas antes de romper a llorar de miedo. De repente, una voz sonó amenazante. Era la voz del presidente municipal. Se llamaba Pablo; con su potente voz nos ordenaba a los policías y a nosotros – el grupo rebelde- detenernos. Listos para contestarle con lemas y consignas el grupo – del cuál era yo el líder- empezó a gritarle a Pablo que se bajara del balcón. Entonces ocurrió, Pablo empezó a flotar por los aires. Los policías corrieron llenos de horror. Los ojos de Pablo se enrojecieron y de ellos salieron dos rayos rojos y mamalones directo hasta nuestra manta echa de cortinas. La desintegraron. El presidente municipal volaba como un pajarillo por el palacio y el balcón principal. Su ira implacable le hacía sacar de sus manos rayos luminosos. Certeros. Se quemaron nuestras pancartas en segundos.
 Al tratar de escapar, atravesé el kiosko y el parque gritando “¡Pinche puto!”  cada vez que me rozaba alguno de sus rayos amarillos. Salté como centella a los boleros del parque. Me perdí entre la gente y el mercado. Regresé a casa. Los demás huyeron de igual forma. Pude oír como gritaban “¡No mames! ¡No mames!” cuando Pablo, el presidente municipal de Excale, les disparaba alguno de sus rayos. “¡Culero! ¡Culero!” gritaban también para no ser heridos. Aunque nadie murió. regresamos por la troca del NIÑO hasta la noche. Después de huir de la plaza, algunos conocidos nos han contado que Pablo siguió volando por los aires. Reía con ánimo de triunfo. se quedó un rato parado en el techo y su risa se oía como un trueno. Tiempo después mis amigos y yo nos volvimos a reunir para platicar acerca de cómo repeler un ataque de ese tipo en la siguiente marcha.

1 de Octubre de 2019.
               

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