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9/9/14

Leyenda Urbana


“Todos los enemigos de la diferenciación vienen a serlo del progreso; es natural por ende, que consideren la originalidad como un defecto imperdonable”
José Ingenieros

Para Gustavo Adrián Cerati. Por su Art-Poetic y por hacerme tan feliz en mi adolescencia.



El Buda del Trabajo


Juan es el Buda del Emprendedor. Un día, encendió un cigarro al salir de su trabajo y volvió loca a toda la ciudad.
Juan no era el gran Buda Sakyamuni, enorme maestro espiritual de un parte de los habitantes de este planeta. Juan mucho menos era el Buda Maitreya, el maestro tan esperado por la Sanga en estos raros tiempos modernos. Tampoco era el Buda de la Suerte, ese Buda rollizo siempre alegre, dispuesto a ayudar en los negocios o en los hogares; presente en los puestos del mercado donde se ofrecen amuletos o recetas de yerberos y de curanderos. Juan era el Buda del Emprendedor. Le delataban sus aptitudes naturales: Una habilidad para trabajar tan propia de él y tan evidente; su destreza, su disciplina, su respeto hacia los demás compañeros de trabajo; una actitud tan amable como desprendida a la hora de convivir entre los suyos; todas esas virtudes le daban la oportunidad de situarse en un lugar especial en el escalafón de las nóminas. Entre los empleados regulares y de los jefes menores; entre los dueños de las empresas o de los negocios locales y entre los subordinados. Aparte Juan no era un Buda del Emprendedor común y corriente; la mayoría de los Budas del Trabajo quedan atrofiados de sus capacidades mentales por tanto trabajar con el paso del tiempo, la horrible competencia en los trabajos los absorbe y los vuelve un mero desecho inservible. Reciclable.
A esas virtudes naturales otorgadas a Juan, los demás empleados de su trabajo las imitan de forma constante; porque los hombres en este mundo nacen con la habilidad para poder hacerlo; en su naturaleza está el imitar virtudes para sobrevivir a su entorno. Un entorno en el cual los empleados comunes de los negocios no trabajan bien, porque no les pagan bien; otra manera de decirlo sería el que los empleados “hacen como que trabajan” porque los dueños de las empresas “hacen como que les pagan” a la hora de repartir emolumentos. Así, todo se resuelve en una jornada laboral fincada en el odio; el odio de los de arriba hacia los de abajo y de los de abajo hacia los de arriba; un odio convertido en rutina. Algunos expertos le llaman a esa practica inmisericorde Bullyng laboral, otros la definirían como una cruda tortura psicológica.
Los empleados y los dueños de los negocios viven mirando a las horas pasar en un reloj-artesanía. Un reloj-artesanía que tiene en vez de números para marcar las horas doce máscaras de antiguos personajes del Aztlán, propios de las culturas pre-Colombinas; anteriores a esta época. Máscaras de tigres, de leopardos, máscaras de palma, de reyes antiguos con tres ojos, de madera o de hierro. El placer y el odio conviven en estas tierras, entre los millares de negocios o de empleos. Todos los hombres de las oficinas usan máscaras; las usan aparte las amas de casa, los dueños y los empleados de los locales de comercio, los universitarios, los hampones, miembros de la delincuencia organizada.
Los Gobernadores de estas tierras americanas hacen de la industria privada una carta fuerte para provocar la abundancia económica en las comunidades. A la industria privada le otorgan amplios beneficios tributarios para poder realizar sus actividades comerciales. ¿Los empresarios? Viven felices y prosperan. En sincronía, los profesores de las escuelas preparan a los alumnos (futuros hombres y mujeres) para hacerlos subir a través del escalafón laboral, para encontrar estos futuros hombres y mujeres un lugar donde poder asentarse. Ya instalados en sus plazas laborales, podrán realizar los deseos ocultos de sus mentes. Los estudiantes en aquellas escuelas, solo aprenderán trucos para poder sobresalir a base del odio y de la rutina; volviendo a esas prácticas algo común en todas las empresas, como una constante general. No se puede vivir en medio de esas máscaras surgidas desde el odio y desde el placer, porque las comunidades harán de los Budas Empresariales (como lo es Juan) meras máquinas destinadas para su servicio; les hackearán sus cerebros para saber de sus secretos y así poder vivir tranquilos en sus puestos o en sus oficios; imitando las habilidades del
Buda del Trabajo para sobresalir en los negocios. Llegará el momento en que la sociedad, actuando como unos verdaderos Crackers (ya no como Hackers) mandarán a los Budas del Empleo directo a los hospitales psiquiátricos por tanto utilizarlos y si lo anterior expuesto no ocurre, los Budas del Trabajo se volverán inactivos, como un modo de sobrevivir, alejados del peligro de las empresas para no perder la vida.
Los métodos concretos y armónicos existentes para examinar a un individuo dentro de una comunidad, sin producirle ningún daño psicológico, son las actividades deportivas o las ciencias, las religiones o las escuelas. Desde ahí se pueden apreciar las conductas no deseadas entre los individuos y podemos notar la magnitud de sus actos y de sus deseos; de esa forma se les examina sin dañar al individuo común o a algún Buda de los Emprendedores. El insistente ajetreo actual en los negocios o en las empresas, vertido en el Buda de los Negocios, solo le provocará penas y sufrimientos; muy diferentes a una ruptura amorosa o al no ser parte de una familia tradicional siendo el individuo un huérfano, o penas y sufrimientos muy distintas a la falta de empleo o a la falta de cariño. El acoso vertido por la sociedad en el Buda Empresarial aparte de ser criminal, es una barbarie. La mente de ese Buda, predispuesta a sobrevivir en su entorno, no querrá estudiar ni querrá trabajar en medio de tanto odio; formará conciencia y se volverá un guerrero entre las masas; dispuesto a luchar para conseguir su libertad. La sublime enseñanza, bien aprendida por el guerrero, le mostrará al Buda de los Emprendedores la imposibilidad de volverse alguien mejor; se mirará como el musgo, el cual no puede ser piedra o no puede ser árbol; viviendo tan solo de alimentarse de aquellas materias de una forma intermitente. Una vida nada sencilla; le será difícil llevarla a cabo. El Buda de los Empresaurios para poder subsistir, elegirá oficios o carreras mediocres; obtendrá trabajos fáciles, donde nuestro Buda Empresarial no aprovechará sus virtudes otorgadas tiempo atrás. El odio constante (como ingrediente principal en la sociedad) le impedirá a aquellos Budas superarse en la vida; vivirán en medio de una falsa argumentación, abrevarán de los deberes y de las responsabilidades para con la comunidad, mas aprenderán con remordimiento los trucos malditos de la sociedad, esos trucos les servirán para salir avante de las situaciones de convivencia dentro de la comunidad; los realizarán para poder respirar; ese será su máximo logro en la vida; ese bochornoso objetivo solo los hará verse como unos gentiles-hombres en medio de situaciones degradantes para el género humano; en todo lo largo de ese camino, huirán de las masas en cuanto puedan, sin ser requeridos ni recordados por la sociedad. El destino elegido por el Buda Empresarial será muy peligroso; todos los caminos le llevarán a Roma. Aquellos sinuosos caminos situarán al Buda de los Empresarios en un lado u otro de la discordia moderna. Los hombres y las mujeres tan llenos de rutinas, vivirán utilizando al Buda de los Empres-arios de una forma cruel, porque en los dos lados de la batalla (para sobrevivir en este mundo) no existe un rostro lleno de perdón y lleno de amor aún hoy descubierto, distante de las caras de guerra. No existe ningún hombre en la actualidad inmerso en la sociedad moderna, mostrando al mismo tiempo su rostro de misericordia o de perdón.
La sociedad moderna, no sobrevivirá solamente con las industrias y con el intercambio de tecnología, dejando olvidadas a las otras bases o raíces de su origen en este planeta.
Juan pegó en la pared de su cuarto varias páginas de diarios y de revistas con poemas en su contenido; páginas de viejos libros de poemas. Las pegó sin orden alguno en las paredes de su cuarto; observó como cada uno de esos poemas empezaron a flotar dentro de su habitación. Supo lo que pensaban los hombres y las mujeres habitantes del mundo moderno y del pasado; escuchó la opinión de los poetas jóvenes y de los poetas viejos, en cada minuto de aquel día o en cada máscara del reloj. Escuchó y descubrió los ideales de los hombres Budas como lo era él. Encendía cigarrillos adentro del cuarto como reflejo, para liberarse del histrionismo de la sociedad. Juan nunca usó a las máscaras para poder vivir, tan solo utilizaba a las palabras a lo largo del día. Día tras día.


5 de Septiembre de 2014
Funzi.

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