***** Bueno, en resumen, les quisieron ADVERTIR sobre el peligro que correría Wuhan, Malasia y Harbin. Pero hicieron mucha grilla y sucedió. Este blog, seguirá hablando de lo que siempre ha hablado. No hay más errores, el socialismo, la auto-gestión, la anarquía, las caricaturas; pueden ser chocantes para algunos. De acuerdo al momento actual dedicamos esta entrada pueblo palestino.
María Landi
(Columna publicada en el portal Desinformémonos el 16/3/20.)
Llevo días preguntándome sobre qué escribir en esta columna.
En este presente distópico creado por la pandemia, a nadie le importa mucho lo
que pase en Palestina. No va a interesarles saber que, tras la tercera elección
israelí en un año, los rivales Gantz y Netanyahu siguen en empate técnico sin
poder formar gobierno (Gantz podría hacerlo con el apoyo de la Lista Conjunta
formada por los partidos palestinos −que son la tercera fuerza−, pero el
racismo de los políticos judíos les impide aceptar cualquier alianza con los
árabes); y que sin importar el resultado ni quién consiga finalmente ser el
próximo Primer Ministro, la inmena mayoría de la población palestina (casi la
mitad de quienes viven entre el Mediterráneo y el Jordán) seguirá sin derecho a
votar a quienes controlan su vida, y viviendo bajo el apartheid, la ocupación
militar y colonial. Ni que, tras los sucesivos regalos de Trump a Israel, la
violencia impune de colonos y soldados sionistas se ha potenciado, dejando a la
población palestina a merced de las turbas que continuamente atacan sus campos,
confiscan sus instalaciones de agua, sus tractores o sus salones de clase,
destruyen de a cientos sus olivos, roban sin pausa sus tierras y su agua, o
queman o destruyen propiedades (aulas de clase, viviendas, vehículos,
mezquitas, iglesias incluso) … Ni que en 2019 se batió el récord de demolición
de viviendas palestinas en Jerusalén Este. Ni que todos los días hay
adolescentes o jóvenes que despiertan de madrugada por los culatazos de
soldados que irrumpen en sus hogares armados a guerra para llevarlos esposados
y de ojos vendados con rumbo desconocido. Tampoco les interesará leer que una topadora israelí aplastó
y levantó colgando el cuerpo de un joven mártir en Gaza, o que seis
francotiradores del “ejército más moral del mundo” dieron rienda suelta a su
crueldad obscena jactándose de competir por la cantidad de rodillas palestinas
que eran capaces de destrozar en un día (la cifra récord es de 42). Por eso en esta coyuntura singular prefiero escribir sobre
el tema del momento, pero para relatar algo de lo que nadie habla: en Palestina
ocupada, la pequeña ciudad de Belén está desde el 6 de marzo en cuarentena
debido a la aparición de 35 casos de coronavirus. La Autoridad Palestina
declaró el estado de emergencia por 30 días en toda Cisjordania. Aunque los
ministros de la AP dejan mucho que desear, la ministra de Salud May Kayali es
una de las buenas. La Dra. Kayali actuó rápidamente y ordenó cerrar las
instituciones educativas y la entrada de turistas. Igualmente, eficiente fue la
coordinación entre las autoridades distritales y municipales de Belén y la
sociedad civil organizada para implementar la cuarentena. Gracias al rápido
accionar se pudo identificar el origen (una delegación griega que visitó Belén,
alojándose en un hotel de la vecina Beit Jala) y se tomó medidas eficaces para
evitar su propagación. La cuarentena impuesta por las autoridades ha sido respetada
por la población, que además se organizó de manera ejemplar para asistir a
personas y grupos vulnerables a fin de que tuvieran sus necesidades básicas
cubiertas. El científico y activista Mazin Qumsiyeh (director y fundador del
Instituto Palestino para la Biodiversidad y la Sustentabilidad) escribió en un
mailing: “Puedo escribir un libro entero sobre cómo nuestra comunidad está a la
altura del desafío; y no sólo el personal médico, sino también la policía, los
dueños de tiendas y restaurantes, y muchos otros que trabajan en silencio.
Mucha gente dona comida, medicinas, dinero, etc. para ayudar a quienes están en
cuarentena o a las familias de las personas infectadas. Ante el descubrimiento
del virus, activistas utilizaron el hashtag “Belén, mantente fuerte” en las
redes sociales. Me complace decir que Belén es muy fuerte. Nuestra gente es
inspiradora.” Un ejemplo notable es la reacción organizada de los centros
culturales y sociales en los campos de refugiados/as (hay tres en Belén). Para
hablar del que conozco mejor de primera mano (hice una nueva estadía
recientemente, entre noviembre y diciembre), en Aida el Comité Popular que
reúne a las fuerzas vivas convocó reuniones de coordinación para definir
protocolos de higiene y asistencia en el mujayyam. Los equipos juveniles y de
salud de los centros Al-Rowwad, Lajee, Noor, Shabab y Amal Almustakbal
organizaron visitas y campañas informativas para prevenir el contagio, además
de coordinar la distribución de alimentos, agua, medicinas, artículos de
higiene y protección, en general donados por la población local y de otras
ciudades palestinas. También en Aida la organización de mujeres Noor WEG (que gestiona
un centro de atención a menores con discapacidad) publicó en su página de
Facebook: “Belén ocupa el segundo lugar en el mundo después de China en su
capacidad para limitar la propagación del virus, y esto es indicativo de que
Palestina es capaz de ser un Estado con derecho propio (…) La gente está
rezando, esperando, esperando… El tiempo es lento y el día ya no es tan
colorido… Las calles son fantasmales y no están llenas de saludos y ruidos de
niños hiperactivos, y vendedores gritando para ofrecer su mercancía… Los
lugares de culto están cerrados, y a veces se reza en las calles o en casa.
Para nosotros/as musulmanes, la oración en grupo es muy importante, por lo que
es un gran vacío cuando la mezquita está cerrada… pero la gente entiende la
gravedad de la enfermedad y la importancia de la cuarentena, y la necesidad de
asumir la responsabilidad por su vida y la de los demás.” La comunidad local no cesa de hacer llegar mensajes, gestos
de solidaridad y sobre todo comida (deliciosos dulces y platos típicos
palestinos) al hotel Ángel, de Beit Jala, donde personal y huéspedes se
encuentran bajo estricta cuarentena. La proverbial hospitalidad palestina está
en plena acción, y quienes la hemos experimentado sabemos que puede no tener
límites. Phyllis McDuffie Creel, una de las integrantes de una delegación
cristiana de Alabama que está en el hotel no cesa de asombrarse y agradecer en
las redes sociales todo lo que están recibiendo de restaurantes, comerciantes y
residentes; incluyendo un grupo de jóvenes del mujayyam Aida que se hizo
presente a las puertas del hotel con jugos frescos y otros artículos para
expresar que no sienten miedo ni rechazo. “Durante cientos de años, a pesar de
todas las adversidades a las que nos hemos enfrentado, seguimos siendo un pueblo
acogedor y hospitalario”, dijo Muhannad Abu Srour (24). “Si tienes algo, lo
compartes con otros. No importa si son extranjeros o árabes. Todos y todas
necesitan sentir nuestro apoyo, por eso lo hicimos.” Por otro lado, uno de los empleados en cuarentena no pudo
salir del hotel para acudir al funeral de su madre, fallecida en estos días;
pero el cortejo fúnebre decidió pasar por la puerta del hotel para que el joven
pudiera despedirse de ella desde la entrada. La Iglesia de la
Natividad cerró sus puertas. Banderas palestinas e italianas unidas en la
solidaridad. Policías palestinos hacen guardia en torno al hotel Ángel de Beit
Jala, que se encuentra en cuarentena.
Equipo del Centro
Lajee en el campo de refugiados/as de Aida. Reuniones de coordinación de las
organizaciones de Aida. Equipo del Centro Lajee Equipos recorriendo el campo de
Aida en campañas educativas. Acopio de alimentos y
otros artículos donados a la población de Aida. La biblioteca del centro Lajee
ofrece enviar libros a domicilio. Esterilización del centro de salud de Aida.
Esterilización de la
mezquita Esterilización de jardines de infantes. Esterilización del centro de
rehabilitación de menores con discapacidad. Desinfección de las
callejuelas de Aida.
Mientras Belén se blindaba y la población respetaba la
cuarentena impuesta por sus autoridades, el régimen de ocupación también
restringió el paso por los checkpoints que miles de palestinos con permiso
(muchos de Belén) cruzan a diario para ir a trabajar en Israel −donde se
detectaron más de 200 casos positivos−. A esto se suma la parálisis económica
en una ciudad −de por sí castigada por el Muro que la separa de Jerusalén− cuya
principal actividad (70%) sigue siendo el turismo.
Las imágenes desoladoras de la Plaza del Pesebre, la Iglesia
de la Natividad, las calles, mercados, mezquitas, iglesias, tiendas y
restaurantes vacíos y cerrados dan cuenta del enorme perjuicio económico que
sufre la ciudad, junto con sus vecinas Beit Jala y Beit Sahour. En este
triángulo es donde se concentra la mayor población cristiana de Cisjordania,
cuya principal fuente de ingresos está en el turismo religioso (hoteles,
restaurantes, tiendas de artículos religiosos). Es por eso que la población
cristiana carga con el mayor peso económico de la cuarentena. Similar
preocupación tiene la comunidad palestina de Jerusalén y también de Nazaret y
alrededores del lago de Galilea (oficialmente en territorio israelí), ya que el
cierre de fronteras impuesto por el gobierno anuncia una Semana Santa
catastrófica para la actividad turística. La cuarentena también afecta las actividades de las ONG y
centros culturales de los campos de refugiados/as, que habitualmente
desarrollan programas de intercambio y visitas con delegaciones
internacionales, los cuales son también una fuente de ingresos para casas de
huéspedes, clases de cocina palestina, tours políticos, espectáculos
artísticos. Todo ha sido cancelado, y los centros permanecen cerrados al
público, funcionando únicamente los equipos a cargo de los servicios de emergencia.Sin embargo, y paradójicamente, la población palestina está
mejor preparada para la cuarentena que la israelí. En las ciudades y pueblos de
Palestina, los supermercados no fueron vaciados por masas en pánico. A lo largo
de décadas de ocupación, y especialmente durante las intifadas, la gente
aprendió a sobrevivir largos períodos de sitio y toque de queda mediante la
solidaridad organizada. Lo recordaba
estos días en su muro de Facebook Abdelfattah Abusrour, director del centro
cultural Al-Rowwad de Aida: “Hemos experimentado toques de queda y sitios; el
más famoso, de 43 días, entre el 30 de marzo y el 12 de mayo de 2002. En el
mujayyam pudimos trabajar las 24 horas del día durante ese período, con una
respuesta de emergencia que nos ha dado más experiencia que muchos otros
lugares para hacer frente a estas situaciones. Mucha solidaridad dentro de la
comunidad hizo que fuera fácil, a pesar de la difícil situación y el toque de
queda. Nadie murió de hambre.” Es pertinente mencionar, de paso, que en ninguna
localidad palestina existe gente viviendo y durmiendo en la calle, como en
Israel y en nuestras ciudades occidentales. Pero Belén y Cisjordania siguen bajo una ocupación militar y
colonial implacable, que ni el virus detiene. Mientras la población palestina
se mantiene encerrada en sus guetos o bantustanes y el ejército de ocupación
impone restricciones aún más severas a la libertad de movimiento, los colonos
judíos −que viven ilegalmente en más de dos centenares de colonias construidas
sobre tierras robadas− tienen total libertad para desplazarse por el territorio
ocupado, y están aprovechando esta coyuntura para ocupar más tierra por la
fuerza. La pasada semana, un adolescente palestino de 15 años fue asesinado a
tiros por soldados israelíes cuando los habitantes del pueblo de Beita (al sur
de Nablus) trataban de resistir el intento de los colonos de apropiarse de
tierras ubicadas en la colina Jabal al-Armeh, que han estado codiciando desde
los años Ochenta. Ninguna de estas noticias es de interés para los medios
occidentales, que incluso omiten los casos palestinos en las cifras mundiales
de COVID-19 (y que también son ignorados por el Estado de Israel). Al respecto,
el Dr. Qumsiyeh escribió al Center for Systems Science and Engineering (CSSE)
en representación de sus colegas compatriotas, pidiéndole explicaciones por
haber eliminado los casos palestinos de su base de datos mundial, siguiendo la
retórica antipalestina de la administración Trump: “Para que conste, no vivimos
en ‘Israel’, y el mismo Israel nos trata como si viviéramos en otro mundo. Vivo
en Belén, Palestina, donde tuvimos (…) un total de 35 casos. Palestina es un
Estado reconocido mundialmente por más de 150 países, y es un Estado miembro
(sin voto) de la ONU, reconocido como tal (…) incluso por la Organización
Mundial de la Salud.” Mientras el mundo lo ignora o sataniza, el pueblo palestino
demuestra una vez más su altura moral. Yo, que siento a Aida y Belén como un
segundo hogar, no puedo estar más orgullosa de su gente. En palabras de mis amigas
de Noor WEG: “El pueblo palestino ha hecho y sigue haciendo todos los
sacrificios y todo tipo de lucha y resistencia para preservar su tierra, su
identidad, su causa y su religión. Por lo tanto, el enfrentamiento de este
virus es parte de esa lucha; mantendremos la seguridad pública hasta que brille
el sol de la libertad y la esperanza… Ganaremos esta batalla, in sha Allah,
porque tenemos la fe y el derecho. Somos un pueblo fuerte. Todo el amor a Belén
y a su gente.”
24/03/2020